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La diabetes mellitus se caracteriza por ser una enfermedad multiforme e incurable. La incidencia del padecimiento se ha elevado a tal grado en los últimos años, que la Organización Mundial de la Salud lo ha clasificado como una pandemia, misma que parece estar cambiando en sus características.
La diabetes tipo 2, por ejemplo, ha aumentado su aparición en niños y jóvenes y deja de ser exclusiva de personas mayores a los 45 años. Parte de la razón radica en el aumento de los índices de obesidad en el mundo, sin embargo, la propia diabetes mellitus parece tener la tendencia a “readaptarse” a los agentes ambientales y genéticos, generación tras generación.
A pesar del preocupante panorama general de la enfermedad, existe esperanza para la mayoría de los pacientes tanto del tipo 1 como 2, pues actualmente se cuenta con más información sobre la enfermedad, así como con mejores métodos de control y una mayor coordinación de programas de asesoría y orientación en centros de salud pública y privada.
En la diabetes mellitus, independientemente de la forma en que se manifieste en la persona aquejada, el control diario de la enfermedad es la clave para asegurar un nivel de vida estable y de calidad, así como para evitar complicaciones de gravedad. Este control diario está compuesto por el seguimiento y registro continuo de varios factores, mismos que cambian en prioridad según el tipo de diabetes, el historial médico individual y las condiciones generales de estilo de vida que se lleven.
Al seguir un buen control diario de la enfermedad, el pronóstico médico general es positivo para el paciente diabético. Si la persona con diabetes toma conciencia de su padecimiento, mantiene una cercana y abierta comunicación con su médico y sigue su tratamiento de forma responsable, además de mantenerse informado sobre los nuevos avances y descubrimientos de la enfermedad, la calidad de vida del diabético puede ser más que estable, permitiéndole tener un estilo de vida normal y seguro.
El control diario de la diabetes radica principalmente en la observación y regulación de los siguientes factores:
Todos estos factores tienen una importancia vital para lograr mantener un control efectivo de la enfermedad, sin embargo, siendo el azúcar el elemento primario de riesgo en la diabetes, la medición diaria de los niveles de la glucosa en el torrente sanguíneo, guarda una jerarquía superior en los programas de control.
En el pasado, la medición de los niveles de glucosa era complicada, pues requería que se realizara un examen de orina para determinar los niveles del azúcar presentes en la sangre. Este método tenía la gran desventaja de obligar al paciente a realizar consultas médicas con el exclusivo fin del examen de orina, haciendo el proceso de seguimiento y control de la enfermedad, tedioso y difícil para la persona diabética.
En nuestros días, afortunadamente, los métodos disponibles son accesibles y, lo más importante, pueden ser utilizados directamente por el paciente, otorgándole mayor control e independencia con respecto al cuidado de su padecimiento.
El control de la glucosa requiere básicamente de dos factores: la medición del azúcar y el registro o control de la misma, para así determinar las acciones a tomar en el tratamiento diario de la diabetes.
La medición de la glucosa se realiza a través de dispositivos portátiles diseñados para analizar de forma inmediata los niveles presentes en la sangre. El registro de los resultados se debe llevar a cabo en una tabla de seguimiento o control donde se especifican varios datos, no solo los niveles del azúcar, pues recordemos que el control y tratamiento de la diabetes depende directamente de cada caso.